BOSQUICIDIO EN MARRUECOS, César Javier Palacios

Mar, 30/09/2008
Miren la foto. ¿No se les saltan las lágrimas? ¿No sienten al menos un escalofrío?
Más de cinco siglos de vida, quizá mil años, convertidos en un gigantesco tarugo de madera olorosa, a lomos de un destartalado camión aparcado en una desforestada planicie frente a las desnudas montañas de donde se arrancó a este viejo cedro del Atlas (Cedrus atlantica).
¿Cuántas historias podría habernos contado, cuánta magia trasmitido, cuánto amor comunicarnos?
Hoy ya no existe.
Convertido en anodinos tablones, habrá servido para hacer puertas con las que cerrar de las miradas indiscretas los palacetes de los nuevos ricos occidentales. Para proteger con el debido lujo nuestras propiedades privadas, dándole al mismo tiempo un toque "cool" y étnico a nuestras mansiones.
La imagen, publicada en el Foro Andaluz de la Naturaleza, evidencia una triste realidad. En los últimos 20 años ha caído bajo el hacha implacable el 60% de los bosques de cedro de Marruecos, especialmente los ejemplares centenarios, los más valiosos para el ecosistema, pero también los más apetecibles para el mercado internacional de la madera.
Por si fuera poco, la expansión del cultivo de cáñamo indio (Cannabis indica) para abastecer de hachís a Europa está causando una grave deforestación en las montañas del Rif, en lugares tan emblemáticos como la región de Ketama. Y lo que no talan los agricultores lo degradan los ganaderos quienes, azuzados por el hambre, están sometiendo a este frágil bosque a un sobrepastoreo insostenible.
Más al sur, en el Atlas Medio, el avance del desierto y el aumento de la cabaña ganadera está dando lugar a un terrible bosque, el de los cementerios de cedros, antiguos cedrales de cuyos árboles muertos apenas quedan ya sus esqueletos en pie.
Dice Hermann Hesse en El viandante:
"Un árbol es vida de la vida eterna".
Y añade:
"Quien ha aprendido a escuchar a los árboles ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es".
Desgraciadamente, nuestra sociedad ya no escucha a los árboles, a la Naturaleza. Preferimos talarlos, convertirlos en insulsos metros cúbicos de madera.
Indudablemente, perdemos eternidad.

¿BUEN COMIENZO PARA EL AÑO DEL GORILA?

2009 ha sido proclamado por la ONU como Año Internacional del Gorila como llamamiento a la conservación de nuestros primos hermanos. Hace más de un año comenzó una guerra en Congo que hizo que los guardas del Parque Nacional de Virunga tuvieran que abandonar la zona. Decenas de miles de personas tuvieron que dejar sus casas y salir de allí. Esto ha llevado a falta de alimentos y vivienda para todos ellos. WWF ha estado ayudando a toda esta gente y ha estado distribuyendo combustible de plantaciones sostenibles y facilitándoles cocinas adaptadas para usar la mitad de madera. De esta forma también ayudan a preservar los bosques, que están siendo talados ilegalmente. Lo peor es que los rebeldes están explotando las selvas de los montes Virunga ilegalmente. La buena noticia es que el director del Parque, Emmanuel de Merode, ha conseguido un acuerdo con el líder rebelde y también un permiso del Instituto Congoleño de Conservación de la Naturaleza para volver a trabajar al Parque, al menos en la zona sur, y han comprobado que muchas de las familias de los gorilas que conocían y de los que no se sabía nada desde hace 15 meses, están sanas y salvas. Aún hay que seguir censando con la esperanza de encontrar al resto.

CUANDO COMPRÉIS MADERA, RECORDAD A GREGORIE

Todos sabéis el cariño que sentimos por Jane Goodall. En los últimos días de diciembre recibimos una triste noticia de parte de Federico Bogdanowicz, del Instituto Jane Goodall. Un chimpancé muy querido por Jane, Grégorie, fallecía en Congo. Fernando Turmo lo relató desde el horfanato de Tchimpounga. Este chimpancé era muy viejito; tenía ya 66 años. Ha vivido diversas etapas de la historia de Congo, incluyendo varias guerras.

La historia de Grégorie comenzó como la de otros muchos chimpancés. Nació en las frondosas selvas profundas del Congo en 1944. Muchas personas de Europa, España incluída, compran madera; muebles. Sin mirar. Sólo según su precio. Sin tener en cuenta su procedencia. Sin tener en cuenta todas esas cosas que os hemos contado a veces sobre la madera certificada FSC con garantías de sostenibilidad. En esta historia de hoy sucedió lo que en otras muchas: los madereros abrieron una carretera a través de la selva para llegar más y más lejos y poder talar grandes árboles para vender su madera en Europa. Gracias a estas carreteras que están permitiendo la destrucción de paraísos antes desconocidos, los furtivos sin escrúpulos están llegando también cada vez más lejos, allá donde ningún ser humano estuvo antes. Así fue como llegó, al corazón de las selvas del Congo, el furtivo que asesinó a la madre de Grégorie de un disparo. En presencia del pequeño Grégorie, como tantas otras veces, la madre fue descuartizada y ahumada para ser comida. Después, el pequeño fue llevado a la gran ciudad. Su feliz vida de inocente chimpancé nacido en la selva había terminado. El hombre había destruído su felicidad y su VIDA. Fue vendido como mascota, como otros tantos bebés chimpancé. El desaprensivo que lo crió de pequeño debió hartarse de él cuando cumplió unos meses, como siempre sucede pues se vuelven terriblemente fuertes y destructivos. Debió ser encadenado o enjaulado como tantos otros como él. Un buen día, esta persona, por "suerte", contacta con el zoo de Brazzaville, Congo. Allí permaneció ante la burla de los visitantes, que le daban de fumar cigarrillos, encerrado en una pequeña jaula con suelo de cemento. Posiblemente el trato de los visitantes le causase el cáncer asintomático de pulmón que, tras su muerte, se descubrió que tenía. Vivió encarcelado en aquel zoo durante más de 40 años hasta que apareció Jane por primera vez en 1990 y le descubrió; era un saco de huesos, completamente solo y deprimido. Había perdido incluso el pelo, que se arrancaba a tirones debido al estrés del terrible confinamiento. Aquello la marcó pues fue una imagen terrible. Fue la primera fortuna en la triste vida del pobre Grégorie pues Jane consiguió mejorar sus condiciones de vida esto y finalmente, en 1997, rescatarte para llevarle al centro de Tchimpounga, donde pasó su vejez de forma tranquila, acompañado, al fin, por un amor.
El pasado 17 de diciembre el bueno de Grégorie se reunió con su madre en algún lugar, tras 66 años. Rebeca Atencia, que dirige el centro de Tchimpounga, le enterró en la selva.
La pregunta de Fernando Turmo da mucho que pensar:
¿Cuántos Grégorie harán falta para que se pare de repetir esta trágica historia? ¿Quizás cuando los europeos comprendamos que un mueble o un suelo de madera africana tiene un precio oculto y oscuro que nunca viene reflejado en la etiqueta?.


David Nieto Maceín y Kajsa Aurell.